Ahí donde yace la carne
y los ojos ya no brillan,
donde el alma aletargada
guarda silencios y esperas
de lo que no acaba de llegar.
Ahí donde dormiste
con tus alas plegadas
y aparcaste el amor que duele
detrás del infinito incierto.
Ahí mantienes la calma
de tu cuerpo inerte,
la mirada en un punto fijo,
el mismo de siempre,
donde la cordura perdió su nombre.
Ahí donde los espacios no existen,
donde no queda nadie ya,
ahí niña... desapareciste.
TCL